Nuestra Forma de Vida

     
      Las Hermanas Pobres de Santa Clara, somos monjas contemplativas, dedicadas únicamente a la busqueda del Rostro de Dios
      Nuestros fundadores son San Francisco y Santa Clara de Asís; dos jóvenes enamorados de Cristo, fascinados por Él y su mensaje, lo dejaron todo, riquezas, honores, familia, sueños… Mientras Francisco y sus primeros compañeros que le siguieron predicaban el Evangelio por el mundo entero, Clara y sus hermanas permanecían en el pequeño convento de S. Damián, derramando su corazón en la presencia de Dios por la vida del mundo. En septiembre de 1240, liberó a la ciudad de Asís de un asedio, portando entre sus manos a Jesús Eucaristía. En aquél momento Clara oyó la voz de Jesús que le decía: " Yo siempre os custodiaré"  Ese mismo amor al Sacramento del Altar lo prolongamos todas sus hijas a lo largo del día. 
      Nuestro Padre San Francisco una vez que oraba ante el Crucifijo de San Dámián escuchó la voz del Señor que le decía: "Francisco, repara mi casa, que, como ves amenaza ruina" En ese momento, pensó que tenía que arreglar la iglesia en la que se encontraba, pero cuando fué pasando el tiempo, encontró en estas palabras su misión dentro de la Iglesia.
Todavía hoy, nosotras, sus hijas, repararamos la Iglesia, la familia, la sociedad viviendo como Cristo vivió, tras las huellas de nuestros fundadores, en una vida de pobreza y fraternidad.
     Aunque de toda nuestra vida tratamos de hacer oración, tenemos 5 horas más intensas (repartidas en siete veces al día) en las que abandonamos todo: trabajo, descanso, estudio, recreación…,para alabar, adorar, bendecir, glorificar y dar gracias a Dios por todos los hombres y mujeres… A todos los queremos como hijos y los cuidamos con nuestra oración y entrega.
      Sentimos y creemos desde lo más profundo de nuestro corazón: ¡QUE SOMOS EL CORAZÓN DE LA IGLESIA!, escondido, oculto a la mirada de los hombres y todo ello PARA LA VIDA DEL MUNDO.
      Vivimos del trabajo de nuestras manos, en la actualidad en un obrador de repostería y en la huerta. Cuando esto no llega para vivir acudimos a la mesa del Señor (las limosnas), aunque nuestra principal misión es la oración.
Todo esto lo hacemos con alegría y sincero corazón, pues somos conscientes de que Dios ha elegido para nosotras la mejor parte: ¡ESTAR CON EL!